Distintos estudios demostraron que desayunar no es tan central para una buena alimentación como habitualmente se piensa.
La columnista del New York Times Gretchen Reynolds (especialista en salud y hábitos alimenticios) publicó un artículo donde destruye la idea de que necesariamente quienes incorporaron el desayuno a su rutina diaria tienen vidas más saludables que quienes no.
«Durante años, hemos escuchado que el desayuno es la comida más importante del día. Pero el apoyo científico para esa idea ha sido sorprendentemente escaso», indica Reynolds y comenta también que existe una serie de nuevas investigaciones en varias universidades diferentes -se pueden encontrar artículos al respecto en la edición de agosto de la revista American Journal of Clinical Nutrition- que podrían cambiar la forma en la que pensamos acerca de la primera comida del día.
«El mayor de los estudios se centró en la pregunta acerca de si el desayuno juega un papel en la pérdida de peso», explica la periodista. Investigadores de la Universidad de Alabama en Birmingham y otras instituciones reclutaron cerca de 300 voluntarios que estaban tratando de perder peso.
Reynolds explica: «Se asignaron al azar las consignas, ya sea saltarse el desayuno, siempre desayunar o continuar con los hábitos alimenticios actuales».
Dieciséis semanas después, los voluntarios regresaron al laboratorio para ser pesados. «Nadie había perdido mucho, sólo un kilo más o menos por persona, y en ninguno de los grupos el peso estuvo vinculado a si esa persona desayunaba regularmente o no».
En otro estudio -este de voluntarios delgados- investigadores de la Universidad de Bath determinaron las tasas metabólicas de descanso, los niveles de colesterol y los perfiles de azúcar en a sangre de 33 participantes y se les asignó al azar comer o evitar el desayuno.
Los voluntarios fueron provistos de monitores de actividad.
«Después de seis semanas, su peso corporal, las tasas metabólicas de descanso, el colesterol y la mayoría de las medidas de azúcar en la sangre fueron aproximadamente los mismos que lo habían sido en la salida, sin importar si la gente desayunaba o no», comenta Reynolds.
La única diferencia era que los provistos de desayuno parecían moverse más durante la mañana: sus monitores de actividad mostraron que los de este grupo quemaron casi 500 calorías más bajo la luz intensa. Pero al desayunar, también consumieron 500 calorías adicionales cada día.
Contrariamente a la creencia popular, saltarse el desayuno no había llevado a los voluntarios a engullir enormes almuerzos y cenas, pero les había hecho un poco más lentos a primera hora de a mañana.
En conjunto, la nueva investigación sugiere que, en términos de pérdida de peso, «el desayuno puede ser sólo otra comida», opina Emily Dhurandhar, profesora en la Universidad de Alabama en Birmingham, que dirigió el estudio allí. «Saltarse el desayuno», dijo, «no engorda».
Sin embargo, explica la periodista del New York Times, «cada estudio era de un plazo bastante corto, e implicó un rango limitado de voluntarios».
Es necesario que los estudios sean más aleatorios «antes de que podamos comprender plenamente el impacto del desayuno», opina James Betts, el profesor que dirigió el estudio de las personas delgadas. «No es todavía claro, por ejemplo, si influye el peso de la persona en cuestión o cuánto tiempo lleve preparar el desayuno o que contiene como menú».
Por ahora, la conclusión pareciera ser: «si te gusta desayunar bien y si no, también».
«Casi nunca desayuno», dijo el Dr. Betts. «Eso fue parte de mi motivación para la realización de esta investigación, ya que todo el mundo siempre me estaba remarcando eso». Basándose en los resultados de estos estudios, dijo que sus hábitos no cambiarán.
Ni tampoco los de la Dra. Dhurandhar, que disfruta de una comida de la mañana. Pero, dijo, «Creo que voy a dejar de insistirle a mi marido para desayune».
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